“Recorrí el territorio de mis vivencias, enseñándole el mundo a mi maleta…”

Y como en un sueño, sin saber qué parte es real, qué parte no es mentira, nos trasladamos a un Barbate de posguerra, recién independizado y con un olor a alegría por sus calles. El barro colorao, la Tarayuela, el Pozo Montano, la Chanca y en el epicentro del mundo: el Hoyo la Tota. Allí concurren las vivencias, historias, venturas, desventuras de dos personajes barbateños felices “Anclados en el paraíso”.

Decía un tal Marco Tulio Cicerón, “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”, un ciudadano romano de la Roma Imperial, seguramente que no conocería un lugar de la Hispania, dentro de la Baética, Baesippo, donde el pasado, en ocasiones, es un placer repetirlo.

Y este es el motivo de un libro que va describiendo junto a ‘Trambucho’ y ‘Emparrillao’ –dos personajes en los que cualquier parecido con la realidad es “pura” coincidencia- unos recuerdos que emanan del celebérrimo barbateño Manuel Varo. Con un lenguaje sencillo y una prosa entre la lírica y el costumbrismo, nos acerca esta novela lo más cotidiano de una época compleja pero sencilla, dura pero feliz, pobre pero alegre. Una historia de sus calles, sus gentes, lo que significa la palabra pueblo, hermandad, que construyen las bases de la ciudadanía.

Por si fuera poco, el empleo intencionado de términos y vocablos, considerados para la Real Academia de la Lengua Española como vulgarismos, “autenticismo” –palabro inventando para la ocasión- para el habla de Barbate, nos hacen navegar en una barquilla hacia el mar adentro de los sueños. “Güelo”, “pandorga” o las cosas que se han perdido, o en proceso de extinción, como es las cortinas de red, los anafes, la figura del lechero o aquellas novelas radiofónicas en las, también extintas, ‘radios de pesetas’.

Diálogos infantiles y risueños que hacen soltar alguna que otra carcajada, algunas por su propio ‘age’, otras por compartir importantes disputas dialécticas, tan banales como interesantes:

     - ¡Dejaquí ehtoy viendo Ceuta!- decía Emparrillao señalando con el dedo.

     - ¡Qué Ceuta ni que ochocuarto, ezo éh Larache!- afirmaba Diego el de Adela. 

      -¡Zerán tonto, zi lo qu´ehtá má cerca éh Tange! - aclaraba con seguridad Tambucho.  

Como dirían por las redes sociales “no eres de Barbate si…” no has tenido está absurda conversación, mirando el horizonte en la playa del Carmen.

Más de 300 páginas aderezadas con estampas de un viejo pueblo, que ponen imagen a las vivencias de aquella época, en el primer libro de Manuel Varo Pérez “Anclados en el paraíso”, que hoy verá la luz en el mismo lugar donde la viera nuestro ilustre paisano. La cita será esta noche a las 22,00 horas en el Hoyo la Tota.

Un libro imprescindible en las bibliotecas particulares para conocer, recordar, añorar y/o descubrir aquellos años de pobreza y penurias, pero de amistad e identidad barbateña. Al igual que en el inicio de esta reseña, nos acordamos de aquellos “Cañones de Cai” para describir este libro:

 “Recuerdos que me envenenan para ser tu esclavo, pueblo de mi vida”.