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Cuando la sonrisa se convierte en privilegio

Joaquín Fernández  |  13 de agosto de 2013 (03:00 h.)

Lamine Loum lleva 25 años en España y 23 en Barbate. Luis, como se le conoce, salió de Senegal con el objetivo de buscar un futuro mejor que el que podría tener en su país

Sonríe. Hablar de privilegios es difícil en una época en que pocos le pueden dar contenido a esa palabra. Para unos, el privilegio es tener un yate con el que navegar mientras mira a los que están en la costa con aires de grandeza. Para otros, no es más que tener un trabajo y poder pagar una hipoteca. Pero para una gran cantidad de ciudadanos, los privilegios son las necesidades básicas que en los países desarrollados se toman como algo cotidiano. Acciones o herramientas que están ahí y que no se sabe muy bien como se han conseguido. Después de un rato sigue con la sonrisa. Se acerca una persona y entabla una conversación bastante amistosa.

Lamine Loum lleva 25 años en España y 23 en Barbate. Luis, como se le conoce, salió de Senegal con el objetivo de buscar un futuro mejor que el que podría tener en su país. Se despide de la mujer que le pretende comprar un bolso mientras le gasta una broma. No pierde la sonrisa.

¿Se siente cómodo en Barbate?

Sí, me siento muy cómodo, como en mi casa. La gente me aprecia mucho y noto que me quiere. Puede ser porque no tengo problemas con nadie, ni tampoco los busco. Lo único que hago es buscarme la vida con mi trabajo.

¿Qué es lo que más le gusta de este pueblo?

Su gente. Que la gente sea muy abierta, que me hayan ayudado y, además, que les guste tanto el cachondeo como a mí.  Es un pueblo muy tranquilo y sus habitantes son muy independientes, van a lo suyo y no buscan problemas.

¿Hay algo que no le guste?

Es cierto que hay mucho que se podría mejorar. El tema del paro por ejemplo, que sé que es un problema aquí. Hay que pensar en hacer algo para que la gente del pueblo tenga trabajo, como hoteles para que puedan venir turistas a visitar Barbate. El turismo viene, pero lo justo. Eso también nos afecta a nosotros a la hora de vender. La gente cada vez tiene menos, por lo que puede gastar menos. Dependemos mucho de eso.

¿Se iría a otro lugar de España?

De momento no cambiaría Barbate por ningún otro sitio del este país.

¿Los inmigrantes os sentís apoyados en España?

Sí, nos sentidos apoyados. Los ciudadanos saben que estamos muy mal. Nosotros dependemos de los españoles cuando tienen dinero, cuando pueden comprarse algún capricho. Ahora pueden gastarse menos, por lo que nosotros también tenemos menos. Pero cuando pueden nos ayudan.

Estuve en Italia y en Francia antes que en España, pero los que mejor se han portado conmigo son los españoles. Es el hecho de que no me ven ni inferior ni superior. Los españoles se ven iguales a mí. No miran el color, vienen y hablan conmigo como uno más. Bromean, se paran en mi puesto, y muy pocos intentan hacer daño.

¿Cómo es su vida en Barbate?

Comparto piso con tres compañeros y compartimos gastos. Yo solo no podría pagarlo todo con lo que gano en mi trabajo. Nos resulta muy complicado poder pagar cada parte: la luz, el agua, el alquiler. En verano vendemos algo más y es menos difícil, pero en invierno nos cuesta mucho.

¿Cuál es la situación de su país?

La situación no es ni parecida a la de Barbate o a la de España en general. En mí país sólo tienen dinero cinco o seis familias. La población es muy pobre, no hay clase media. Por eso venimos aquí, para poder ganar dinero con el que mantener a nuestra familia, para intentar buscarnos un futuro mejor. Nosotros no podemos tener lujos, ni comer en restaurantes, ni comprarnos ropa de buena calidad. Lo único que gano es para poder mantenerme aquí y para mantener lo que pueda a mi familia en mi país.

¿Qué referencias tenéis en Senegal sobre Europa?

La única referencia que tenemos es la televisión, pero engaña mucho. Yo sí he tenido la oportunidad de venir aquí y cuando voy a mi país cuento lo que verdaderamente hay. Por suerte yo he podido vivir mejor que otros paisanos, porque la gente de Barbate me ha apoyado mucho y me ha ayudado. La gente sabe que yo necesito ayuda para mantener a mi familia, y vienen a comprarme mis productos para echarme un cable.

Cuando va a Senegal, ¿Qué ideal tienen sus paisanos sobre los países desarrollados?

Voy alguna vez al año, unos tres meses. Cuando allí vemos en televisión imágenes de Europa, vemos que existen buenas carreteras, buenos coches y buenas casas. Creemos que todo el mundo está rico. Y es que allí no tenemos nada de eso. Al ver esas imágenes, piensas que si vienes y encuentras un trabajo vas a estar igual que los que salen en televisión. Pero cuando llegas es diferente, no se parece nada a lo que se pensaba. A veces, algunos paisanos sólo vienen para sufrir. La vida es muy difícil.

¿Qué es lo que necesita su país o los países subdesarrollados para que sus ciudadanos puedan llevar una vida mejor?

Difícil veo que se pueda llegar al mismo nivel que en Europa, por ejemplo. Se necesita trabajar y ahorrar. Los países desarrollados ayudan, pero el dinero no llega al destino. El político de turno se queda con lo que nos envían. Si un país por ejemplo envía mil euros a un destino, sólo 50 euros son los que llegan, los otros novecientos se los queda el gobierno, y no les importa que la gente muera de hambre. Es el político de allí el que tiene la culpa. No está repartido justamente para cubrir nuestras necesidades básicas.

¿Qué es lo que echa más de menos de Senegal?

Lo que más echo de menos es mi familia.

La sonrisa y el privilegio de tener privilegios y otorgarles significado. A cada persona esa palabra le sugiere algo distinto, pero quizás el privilegio de la sonrisa es el que pocos pueden tener y el que, posiblemente, más llegue a valorarse. 

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