La venganza de Flandes
Ni los más pesimistas presagiaban una noche tan aciaga. Como criaturas celestiales procedentes del Olimpo, los jugadores de la selección aterrizaron en el Arena Fonte Nova luciendo una equipación blanca, signo de pureza e inocencia. La campeona del mundo empezó a lucir su estrella meciendo el balón y comunicándose a distancia con pases largos que no infundían ningún miedo. Enfrente, un combinado rencoroso, que agazapado entre la maleza brasileña, esperaba el momento ideal para abalanzarse sobre su codiciada presa. Una empanada de la defensa española permitió que Robben se citara otra vez con Casillas en un arrebato de segunda juventud: “Iker, por los viejos tiempos”. El Santo sacó una manopla en el momento justo y permitió que España suspirara al unísono removiéndose inquieta en el sofá de casa o en el taburete del bar. Tras este aviso, parecía que los hombres de Vicente Del Bosque se desperezaban lentamente quitándose las legañas de los párpados.