Ni los más pesimistas presagiaban una noche tan aciaga. Como criaturas celestiales procedentes del Olimpo, los jugadores de la selección aterrizaron en el Arena Fonte Nova luciendo una equipación blanca, signo de pureza e inocencia. La campeona del mundo empezó a lucir su estrella meciendo el balón y comunicándose a distancia con pases largos que no infundían ningún miedo. Enfrente, un combinado rencoroso, que agazapado entre la maleza brasileña, esperaba el momento ideal para abalanzarse sobre su codiciada presa. Una empanada de la defensa española permitió que Robben se citara otra vez con Casillas en un arrebato de segunda juventud: “Iker, por los viejos tiempos”. El Santo sacó una manopla en el momento justo y permitió que España suspirara al unísono removiéndose inquieta en el sofá de casa o en el taburete del bar. Tras este aviso, parecía que los hombres de Vicente Del Bosque se desperezaban lentamente quitándose las legañas de los párpados.
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Opiniones de
Josega Real
El centro es como una doncella pretendida por caballeros de dudosas intenciones. Se siente traicionada e indecisa. Siendo una adolescente alocada se fijó en un candidato socialista que le dio “motivos para creer”. Cobijada bajo los arcos apuntados de sus cejas, depositó en él su confianza una mañana de domingo. Aquella relación tan ilusionante terminó cuando él empezó a hablar de Champions en la economía y ella, sin ser una experta en fútbol, sabía que estábamos condenados a bajar de categoría. Poco tiempo después conoció a un conservador gallego. Su estrategia de conquista consistía en recordarle los desmanes y las mentiras de su último amante.
La banda de fieltro que el decano colgó sobre nuestros hombros, con el anagrama de la Universidad impreso en un extremo, se apolilla en el fondo del armario. La foto de estudio y de estudios superiores, preside la mesa del salón ocultando la estampa de un inocente impúber en su Primera Comunión. La profesión a desempeñar “en un futuro muy distante” (y quién sabe si en una galaxia, muy lejana) plasmada en un papel mojado enmarcado para orgullo paternal ante visitas foráneas de diverso pelaje. Una promoción de egresados en oferta por liquidación funesta. Púgiles novatos que encajan los golpes del primer asalto y con las mejillas entumecidas y la nariz ensangrentada aguantan el dolor por amor propio sin arrojar la toalla.