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El machismo se corona de reina

Daniel Domínguez | 17 de julio de 2015

Hay fotos que el tiempo desdibuja y estampas que permanecen como lacra del pasado. Cambia el fondo, pero no el trasfondo. Cambia el águila franquista por un atún veleta, pero permanece un machismo que en pleno siglo XXI sigue coronándose de reina, como viene ocurriendo en Barbate desde aquel año de 1949 en que tuvo por primera vez a su corte de honor de las fiestas patronales en un intento de embellecer con bellas señoritas la dura realidad de una sociedad sometida al yugo y las flechas.

Ha llovido mucho desde entonces, pero ahí está el alcalde de turno paseándose con la reina de las fiestas y los concejales con las damas para que el pueblo contemple que los hombres son los poderosos y las mujeres simplemente tienen que cultivar la belleza para ser el objeto decorativo que les acompañe. Sutil machismo que rebaja la figura de la mujer al del hombre como trasfondo que pervive desde los tiempos de Barbate de Franco hasta los de ahora.

Es una tradición que se inventó cuando los hombres mandaban y las mujeres no tenían ni voz ni voto

En Barbate no hay reyes ni 'damos' de las fiestas. Tampoco mujeres en la Corporación municipal en tiempos de feria. ¿Os imagináis que Barbate tuviese una alcaldesa y no un regidor masculino? ¿Acompañaría la primera edil a la reina de las fiestas o lo haría el teniente de alcaldesa? La respuesta la sabemos todos.

Es una tradición que se inventó cuando los hombres mandaban y las mujeres no tenían ni voz ni voto. Una tradición que, pese a su lacra patriarcal y machista, sigue sacando las sonrisas más bucólicas no sólo a los políticos, tan acostumbrados a poner la mejor de sus caras en las galas pueblerinas, sino incluso a las propias víctimas.

Un juego sinuoso que perpetúa el machismo en la sociedad barbateña. A eso contribuye la coronación de las reinas y damas cada año en nuestras fiestas y feria del Carmen, sin que nadie tome la iniciativa de poner fin a seguir impregnando a la figura femenina con el ideal de la princesa Disney, una mujer desprovista de personalidad para marcar los pasos de su propia vida y que sólo busca las soluciones de los problemas echándose a los brazos de un príncipe azul que la libere de todo mal. Más objeto que persona.

Un juego sinuoso que perpetúa el machismo en el que los hombres son los poderosos y las mujeres el objeto decorativo que les acompaña

Y sin embargo no todo queda aquí. Pues las connotaciones de tan regia tradición van más allá del machismo, provistas también del carácter monárquico de los absolutistas y los medievales.

Tener una reina y su corte de damas no hace sino ensalzar un valor cuanto menos cuestionable como es el de la superioridad de una persona por encima de otras por el simple hecho de su rango. Algo que ocurría en tiempos pasados y que se siguió ensalzando con el franquismo y que, lamentablente, se sigue haciendo desde la democracia sin importar que al frente del Ayuntamiento hayan estado el PSOE, el PP o el PA, pese a que ninguno pierde oportunidad para venderse como protagonistas de avances sociales y defiendan en cada mitin y panfleto la igualdad de las mujeres.

Cambian los regímenes políticos. Cambian los partidos. Cambian las caras. Pero las fiestas y ferias del Carmen siguen trayendo a una reina y a su corte de damas, al más puro estilo de María Antonieta y sus doncellas de pelucas blancas que se preguntaban, a dos pasos de acabar en la guillotina, por qué protestaba el pueblo. “Pan, piden pan”. Pues eso, pan y circo, como bien sabían los romanos para adormecer el pueblo. Sólo que en Barbate únicamente queda lo último. Un circo esperpéntico en el que parece que importan más otras cosas que transformar la sociedad con valores más justos, más igualitarios y más modernos.

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