Dos palabras que han dado muchos quebraderos de cabeza y han sido verdaderas protagonistas en la historia. Los ciudadanos han pronunciado estos dos vocablos con la pretensión de que sus peticiones se viesen cumplidas. Y es que el ciudadano necesita sentirse escuchado. Más aún en un contexto en que la política está tan desgastada que el propio ciudadano se siente estafado dentro de un sistema destinado a cambiar. No es protagonista, cuando debería serlo.

Si al ciudadano se le da la oportunidad, la aprovecha. El ejemplo más claro y actual de esa voz es Inmaculada Michinina. Esta gaditana solicitó en un Pleno de la capital una licencia para vender sus manualidades en un mercadillo. Explicó los motivos de su solicitud frente a la corporación municipal, de forma respetuosa, y se convirtió en pocos días en uno de los vídeos más visitados en Internet en estas últimas semanas.

Los ciudadanos admiraron a esta vecina de la capital, simplemente, por pedir algo cara a cara a un político, sin más. Muchos quedaron perplejos, también, por el hecho de que un político escuchase cinco minutos a una persona con nombres y apellidos, algo que cada vez parece más difícil. El ciudadano no está acostumbrado a que cumplan sus exigencias, y menos a que los escuchen. Por ello, la intervención de Inmaculada llegó a la conciencia de muchos.

El ciudadano necesita más voz para sentirse útil, ya que es la pieza fundamental de todo el engranaje sistemático. Esta iniciativa presentada por la plataforma social barbateña es sólo un paso más hacia una sociedad más abierta en lo que a política se refiere. Y es que algo está cambiando. El camino, lo proponen los propios ciudadanos con su voz. Para ello, necesitan ser escuchados.