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Arranca la temporada

Luis Rossi | 02 de septiembre de 2014

Los nervios me recorrían todo el cuerpo. Se percibía en el ambiente ese olor a hierba cortada, el levante comenzaba a soplar y las gaviotas empezaron a revolotear por mi cabeza. 

Con una bocanada de viento fresco salían de mi mente antiguos momentos y renovadas ilusiones para no perder el tiempo. La temporada llega y eso se nota. Tras una larga experiencia, de algunas alegrías, pero sobre todo varapalos y sinsabores, las puertas se abrían del templo de la sabiduría carnal para sin dudar, despejar todo tipo de dudas hacía la existencial libertad.

En estos momentos puedes gritar, alzar la voz, sus caras lo dicen todo. Están presentes, están junto a ti. O al menos eso parece, porque por dentro están pensando en volver a engañarte, meditando que cuando tengan lo que quieren, y aunque no consigan sus objetivos, bajarán los brazos y se dejarán de ir. Ahora todo el mundo es bueno. 

Somos los ciudadanos los que debemos apoyarles, unirnos por ellos, demostrar que somos válidos y que ellos son los que se deben a nosotros, no nosotros a ellos

Si tienen que correr, corren; si tienen que chillar, chillan; si tienen que alzar la voz para pedir, lo hacen; ya veremos qué pasa luego, cuando les toque a ellos tener que dar la cara. Como cada cierto tiempo, te necesitan. Nos necesitan. Somos los ciudadanos los que debemos apoyarles, unirnos por ellos, demostrar que somos válidos y que ellos son los que se deben a nosotros, no nosotros a ellos. Muchos lo hacen de manera automática, ni les va ni les viene.

No tienen otra cosa que hacer y si hay que botar, hasta se bota. Otros son más suaves, ni siquiera te miran, ni te saludan cuando te ven por la calle, pero en ese salón se desviven por ti, o al menos en apariencia. Algunos van picando de flor en flor hasta que encuentran su hueco, su lugar, bien sea de verde, amarillo, rojo, azul, blanco, negro y hasta lila, van buscando sus colores hasta que consigan tener el lugar que más calienta. O el lugar para calentarse, según se caiga en la cuenta.

Sin embargo, los auténticos, los que sólo piensan en ti, no te traicionan y se quedan con un color, el amarillo. Y aunque parezca que no case, hasta le viene bien el azul. Aunque para mí gusto, ávidos lectores, lo suyo sería mayoría de amarillo, pese a que deslumbre a la vista.

Los dimes y diretes de uno y otros, los derroches  y el dinero que no se sabía muy bien dónde caía, hicieron temer la bancarrota y la sombra de la gestora recayó sobre la cabeza de aquellos gobernantes. 

Recuerdo hace cuatro años, la situación económica era desastrosa, no sabíamos cómo iba a quedar la cosa. Los dimes y diretes de uno y otros, los derroches  y el dinero que no se sabía muy bien dónde caía, hicieron temer la bancarrota y la sombra de la gestora recayó sobre la cabeza de aquellos gobernantes. Pero al final, la cosa se salvó, sorprendentemente se hizo un buen final de temporada y se llegó al objetivo esperado, al menos, en parte. Lo que vino después ya fue absurdo, un encantamiento de ilusionantes proyectos para nada.

Algunos se fueron, otros nuevos llegaron y lo hicieron peor que los anteriores. Esperemos que todo cambie. Esperemos que por fin triunfe el amarillo. Vamos Cádiz a botar en el Carranza, ¡que ya toca subir el submarino!

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