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Soy militar

Luis Rossi | 24 de junio de 2014

Hola, esta es la carta de un militar. Mi carta. Mi vida. No es fácil describir y reconocer muchos apartados de los que hoy aquí expongo, pero como este rincón me deja expresarlos “a viva voz”, lo haré. 

Hoy me siento con fuerzas. Desde muy joven me alisté en unas milicias. Mi inocencia e ignorancia eran proporcionales al número de velas que soplaba, ergo no me fue difícil equivocarme y caer en alguna que otra emboscada.

Fueron varios los trajes de camuflaje que me pertreché en el cuerpo. No han sido pocos. Algunos con más acierto, otros con menos, pero con la ilusión de sentir lo que se siente cuando intentas ayudar a un pueblo. Me alisté con valor añadido del que vive, siente y padece en un lugar de constantes conflictos bélicos, donde lo mismo atacan y bombardean por tierra, mar que por aire.

Me alisté con valor añadido del que vive, siente y padece en un lugar de constantes conflictos bélicos, donde lo mismo atacan y bombardean por tierra, mar que por aire.

Desde el cielo no son pocos, son muchos los que están continuamente en lucha en mi campo de batallas. Pululan por lugares cercanos para saquear sin temor ninguno el celeste crisol que emana de una caja única y deteriorada. Tampoco se quedan cortos por el mar. Estos son invisibles, sin pisar el océano te dirigen y te comandan. Tienen en Bruselas su cuartel general y se esconden un tirano alauita. Mientras la población sufre el fuego cruzado entre tomates y pescados.

Y por tierra son más sigilosos, se infiltran entre los ciudadanos, vecinos y demás gentes que son los que dan la voz de alarma, si ven que te mueves. Si miras, te observa; si escuchas, te tienta; si hablas, te envenena y si te mueves, te revienta. Soldados entrenados desde sus altos cargos para meter a todo atisbo de revuelta en la fosa común del olvido y del ostracismo eterno.

Hay una cita con la historia. Años que se han hecho eternos. Pero la batalla se libre manos contra dinero, pueblo contra gobierno.

Mi milicia es bien distinta. No juega a la defensiva, de hecho, no juega, actúa. Dispara balas de tinta digital o sale en defensa del más necesitado de escuchar. Pero en los últimos tiempos, suenan cada vez más fuerte los tambores de guerra y aunque el mundo pide paz, el frente es cada vez más popular y está más armado. Militar de alto rango no es mi estilo, soy más de trinchera y de cuerpo a cuerpo, de batirme el cobre con los menos locos y salir perdiendo con los menos cuerdos.

Hay una cita con la historia. Años que se han hecho eternos. Pero la batalla se libre manos contra dinero, pueblo contra gobierno. Soy un militar de la calle, del pueblo, de la gente, del ciudadano. Supongo que lo habréis notado, ávidos lectores, la munición ya está preparada, la pólvora deseoso de salir y la cara, ya me la he pintado. Suenan tambores de guerra, suena la voz del ciudadano en el Retín.

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