Suena la alarma del móvil, y no es que esté en contra del progreso, ni mucho menos, es que creo que mi mente no está lo suficientemente adaptada para pulsar el botón adecuado que lo haga silenciar. Con lo fácil que era desconectar aquel antiguo despertador traído de Ceuta, de figura rechoncha y de números agigantados, dotado de dos patitas torneadas y coronado por dos mitades de un timbre de bicicleta y entre ellas un minúsculo martillete, maldito causante del inoportuno e incansable “repiqueteo” el cual te invitaba, y no de buen humor, a levantarte cada mañana de la cama”. Tan solo bastaba darle un “cariñoso” manotazo y como por arte de magia el escandaloso canta-mañana dejaba de sonar.

Pues bien, resuelto este endulza-píldoras, me levanto, abro la ventana y miro al cielo. Como sujeto nacido y criado junto al mar intento pronosticar el avance meteorológico del día, pronóstico casi siempre erróneo, como sujeto creyente también lo hago para dar gracias al Altísimo por concederme el privilegio de poder contemplar la luz de un nuevo amanecer, amanecer, que por desgracia para los barbateños y como marchan los asuntos municipales, creo que “esa breva no caerá”.  ¡Cada día que pasa me da más pena de mi pueblo!, lo veo más demacrado, más sucio, más apático, sin rumbo fijo y con la esperanza que nuestros mandatarios den un paso adelante para afrontar de una vez por todas los pequeños problemas de los que adolece y se olviden por un tiempo de esos “macro-proyectos” que empiezan con la foto protocolaria y acaban con el abandono por falta de financiación.

 ¡Cada día que pasa me da más pena de mi pueblo! lo veo más demacrado, más sucio, mas apático, sin rumbo fijo...

Ya está bien de utilizar la consabida y trasnochada muletilla de siempre: “Es que no hay dinero”, es que se debe mucho a la Seguridad Social, es que todo es para pagar a los Funcionarios... entonces ¿ a donde va a parar el dinero de los elevados impuestos que pagamos los barbateños¿ Queridos mandatarios y con el respeto por delante, os diré que las voluntades y los reconocimientos de un pueblo no se compra ni con dinero ni con promesas electorales que jamás serán cumplidas sino que se gana con el diálogo y sabiendo escuchar la voz del ciudadano dejando a un lado el “ordeno y mando” que cierto día os dió las urnas.

Llevo varios años preguntándome que cómo un pueblo costero con cuatro playas maravillosas, con un paseo marítimo de ensueño que pregona a los cuatro viento su carácter turístico llegue la época estival y ni tan siquiera se dignen señalizar los “pasos de peatones” con el peligro que esto conlleva ¿Muchos cursos de Educación Vial, con premios provinciales incluidos, y que pocos instrumentos para llevarlos a cabo. Y me vuelvo a preguntar: ¿Es que tampoco hay dinero para comprar pintura? Porque se lo crean o no, atravesar la Avda. del Mar de una orilla a otra es una “jartá difícil” y mirad si es así que para pasar hay que pensarlo dos veces. Si el vehiculo es de la localidad seguro que se acuerda que cierto día allí existió un paso de peatones bien visible a los ojos del conductor y del transeúnte, pero si el vehiculo es foráneo entonces no lo pienses dos veces, cierra los ojos y grita: ¡Maricón el último!

Y si por capricho del destino, que también es antojadizo, prefieres atravesar por el paso que hay frente a Camarón te pasará lo que a Sabina que te darán la una, las dos, las tres y las cuatro y el semáforo invisible seguirá apagado. En las próximas semanas continuaremos en la Botica porque allí hay de todo.