Somos. Del verbo ser. Presente del modo indicativo. Un verbo irregular, tan irregular como Barbate y sus vecinos y tan presente como lo que somos. Somos irregulares. Si. Lo somos. Somos tan irregulares que no sabemos qué es lo que queremos, ni mucho menos lo que necesitamos. Así lo demuestra nuestra historia más reciente, protagonizada por la mala gestión de nuestro patrimonio y por los ojos de unos vecinos que no hemos sabido señalar a los culpables de este desastre. Aunque nosotros sí que somos los verdaderos culpables por dejarles hacer lo que han querido.
Somos el pueblo del consentimiento, de la desvergüenza callando si lo que ocurre no va conmigo o del preocuparme tan sólo si me afecta. Y a veces tampoco. Somos el pueblo de la pasividad porque dejamos que nos den por el culo cada vez que los que gobiernan están con el agua al cuello (y nunca mejor dicho), vendiendo nuestros bienes a multinacionales, recibiendo sólo más impuestos a cambio. Somos el pueblo de la cobardía, escondido detrás de perfiles falsos de Facebook para hacer una crítica que no viene a cuento, o de hablar de más sin tener ni idea.
Ya lo dije, somos, de un verbo irregular, como los barbateños. Somos irregulares, porque podemos ser los peores, pero también los mejores. Somos un pueblo solidario, cuando cientos de vecinos dan lo poco que tienen, y enérgicos cuando queremos y nos volcamos con nuestras tradiciones. También somos el pueblo de los que creen, porque muchos nos muestran que es posible.
Llegan las elecciones. Bueno, las triples elecciones. Daremos continuidad a lo establecido, o daremos oportunidad a savia nueva. Pero somos tan vagos que posiblemente prolonguemos aquello de lo que ahora nos quejamos. Y tenemos razones para lamentarnos, las mismas que para cambiar el color de la fachada de nuestro Ayuntamiento. Podremos pintarla verde, amarilla, naranja o azul, o de cualquier otro color, pero al que le demos la oportunidad, que sepa que hay mucho por pintar. Y tanto.