13:42 h. lunes, 29 de abril de 2024

“Fort Apache”, el Bizco y las tablas de madera

Luis Rossi | 04 de agosto de 2013

En los 75 años de historia reciente, Barbate ha experimentado grandes cambios como pueblo costero.  Ha vivido épocas de penurias y esplendor económico. Prueba de esos momentos se halla en los edificios que han quedado como resorte de su pasado más inmediato.

En los 75 años de historia reciente, Barbate ha experimentado grandes cambios como pueblo costero.  Ha vivido épocas de penurias y esplendor económico. Prueba de esos momentos se halla en los edificios que han quedado como resorte de su pasado más inmediato. Vestigios de una época que, a pesar de todo, muchos añoran. Sin ir más lejos, y cual si fuera el último Mohicano, el vetusto Teatro-Cine Avenida se alza hastiado en la avenida del Río, pudriéndose por dentro y denigrándose en cada sala, cada escalera, cada pasillo…

El primero en llegar fue el Cine Malia, situado en la calle Agustín Varo. Antes se habían proyectado filmes en el Casino o en los cines ambulantes que aparecían por la marinera localidad. Compitiendo entre sí por el estío, el Puerto y el Terraza. El primero con sus sillas de madera y el segundo metálicas (dato a tener en cuenta cuando pegaba el relente) Aunque el teatro de los teatros era el Atlántico y su cúpula, que se atisba por la avenida, como un coloso que parecía que jamás engañaría a las fauces del tiempo.

El esplendor económico se dejaba en una casa de un tal Aniceto Ramírez, el ‘Rey de Oros’, que quiso perpetuar su casta en una Teatro Cine Avenida. Una casa con cine, todo un lujo de Sánchez Esteve, que dejó a los barbateños con la posibilidad de sentir con grandes proyecciones, como “Fort Aparche” de John Ford, el 9 de junio de 1949, día de su inauguración. Si preguntas a cualquier oriundo, puede contar una historia distinta, en función de la edad, pero siempre con la añoranza de recordar, en este caso sí, que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Los treintañeros recordamos más aquellos lugares recónditos de “deleite” personal o las miraditas del acomodador, cariñosamente conocido como el ‘Bizco’ del cine.  Como las hojas en el otoño, cada cine fue despidiéndose a golpe de excavadora de una pasión hecha negocio que murió, pero que, como la orilla, fue dejando un reguero de historias a su paso. Sin embargo, el único que ha resistido -como el indio Cochise- es el Avenida, lugar de pregones, conciertos, incluso ‘Els Joglar’ probó sus maderas (las que hoy se levantan) y que ha permanecido en la memoria.

Hace casi ocho años, se logró la propiedad del Cine para el pueblo, catalogándose como patrimonio el suelo del mismo. La crisis, las luchas políticas o la dejadez –vaya usted a saber- han hecho que todos los pueblos de la zona posean su espacio cultural y de ocio, menos Barbate. Para otro lugar así que existía, el parque Infanta Elena, justo antes de las pasadas elecciones, se tira y se deja hecha una nueva Tarayuela, suponiendo un nuevo boquete para la cultura. Y es que aquí menos conservar, lo que quieras. Se levantan edificios a la misma velocidad que se tiran. Por eso no es de extrañar los pocos vestigios de la historia de los que podemos presumir. Ahora parece que hay novedades en un lugar que se ha descuidado y profanado hasta no llegar a ser ni la de lo que fue. No obstante, Barbate quiere recuperarlo, quiere sentirlo, quiere acariciar sus maderas, su piel para recordar un pasado que siempre vuelve y conseguir un futuro de cultura y progreso. Alguien me dijo alguna vez que el Cine no era el principal problema que tenía Barbate. Correcto, el principal problema es su mentalidad. Quién sabe lo que se podría conseguir con este espacio ¿abrir la mente? 

Otras opiniones
Autores de opinión
Facebook