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Periodismo Ciudadano

Luis Rossi | 27 de noviembre de 2013

¿Qué periodismo queremos? ¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué los periodistas no nos levantamos? Aquí yacen unas reflexiones de un plumilla indignado.

En una charla en un instituto de secundaria, tras una intensa exposición sobre los malos hábitos del periodismo, una chica me preguntó ¿y por qué te gusta ser periodista? En ese momento dudé, tres segundos, lo justo para resarcirme de la incómoda cuestión. Cuando hace años alguien puso sobre mis manos una especie de juego de cómo hacer una revista, me di cuenta que había nacido en mí algo más que una vocación. Mucho antes, ya cogía grabadoras, casetes y micrófonos para grabar mis propios programas de radio. Hacía mis pinitos presentando en las fiestas del colegio o realizaba vídeos familiares como si de un Spielberg de la vida se tratare. No obstante, en aquel sueño de ilusión, ya sabía que ser periodista era algo más que preguntar.

A mi paso por la Facultad de Comunicación, aunque loco por los años locos universitarios, loco por volver a ver el mar, supe aprovechar ciertos momentos que fueron amontonándose en mi experiencia profesional. De donde salí hace un lustro, nos decían que estaba la cosa regular, que la profesión estaba complicada. El intrusismo, cada vez más emergente, dejaba sin opciones a los licenciados y sus años de estudios se olvidaban en el triste cajón donde se desintegran los currículos.

Fui el primero en pensar en el qué opinarán y no precisamente en cuestión de calidad, sino en temática.

Mis trabajos como periodista, algunos mejores que otros, fueron siempre autocensurados. Fui el primero en pensar en el qué opinarán y no precisamente en cuestión de calidad, sino en temática. “Hay asuntos que no se puede tomar tan a la ligera”, me dijo un jefe una vez. “Cuando vayas a publicar algo me consultas”, me esgrimió una edil. “Aquí o somos de unos o somos de otros”, me espetó otro jefecillo.

Hasta que me cansé. Ya está bien de seguirle el rollo al político de turno. De darle cabida a temas que ellos quieren y no a lo que a uno se le ocurra. De correr como un tonto detrás de uno que viene a inaugurar algo dándose golpes en el pecho. De darte hecha la agenda, en función de sus intereses. La independencia me ha hecho ver la profesión desde otro punto de vista. Alejado del ministro, parlamentario, consejero o edil.

 ¡No a las intervenciones sin preguntas! ¡No a las pantallas de plasma! ¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué los periodistas no nos levantamos?

¿Por qué tengo que informar sobre la visita del Rey el día del Bicentenario, si de lo que yo quiero hablar es de las penurias que pasan los gaditanos en ese día? ¿Por qué tengo que tragarme una rueda de prensa sobre lo bonito que es todo para según qué partido y no pueda preguntarle sobre asuntos más relevantes para el ciudadano? ¡No a las intervenciones sin preguntas! ¡No a las pantallas de plasma! ¿Qué estamos haciendo? ¿Por qué los periodistas no nos levantamos? Lamentablemente, la situación nos obliga a actuar a veces como borregos. Sin darnos cuenta que, de esta forma, lo que hacemos es contribuir al descrédito del periodismo. Luego nos quejamos de que se lee poca prensa...

Cuando aquella mañana, ávidos lectores, me preguntaron el por qué me gustaba ser periodista, contesté: Porque así puedo decir lo que pienso. Colaborar a que un vecino denuncie su situación, mostrar barrios, calles y rincones que nadie muestra. La búsqueda de la verdad en los ojos de la miseria. Contribuir, en definitiva, a crear una sociedad más justa donde la palabra no la viola un político, sino que la posee el ciudadano. 

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