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De Valverde Luna

Luis Rossi | 20 de mayo de 2014

Los caminos de internet son inescrutables. En esas me hallaba cuando sin quererlo me topé con un blog. Sencillo y moderno. Amable y lleno de recuerdos. La figura de los maestros marca a las personas, máxime cuando a uno se le van asomando las canas. 

 Ahí es cuando te das cuenta, amén del tempus fugit, de lo que necesitamos para ser humanos. Aunque la última entrada era del 7 de abril de 2010, parecía que ese blog permanecía vivo. Lo cierto es que, al tiempo, ese lugar de internet dejaría de tener timonel. Un timonel jiennense, que como tantos otros encontró cobijo en un lugar llamado Barbate y formó parte de la plantilla del entonces IB Trafalgar.

Si bien no coincidí en un listado de clase con aquel ‘personaje’ bohemio, rebeca caída, mitad Fernando Quiñones, mitad Javier Ruibal, pasé muchas horas bebiendo de una fuente de conocimiento que daba sentido a lo existencial.

En lo que a mí respecta, nunca fui su alumno, pero él sí fue mi maestro. Si bien no coincidí en un listado de clase con aquel ‘personaje’ bohemio, rebeca caída, mitad Fernando Quiñones, mitad Javier Ruibal, pasé muchas horas bebiendo de una fuente de conocimiento que daba sentido a lo existencial. Aquel cuartucho con su luz roja y sus fotos colgadas con pinzas, esperando a dibujar recuerdos en el fotográfico papel, pululan por las arterias de mi mente, con nostalgia, alegría y rabia. Nostalgia porque me evoca a un tiempo adolescente, lleno de pasiones y sueños. Alegría por vivir aquellos momentos con alguien de ese calibre. Rabia por ser tan incomprendido como olvidado. 

En aquella sala fría de la Biblioteca del instituto, en el pabellón anexo, no sé si permanecerá el mismo lugar, pasábamos horas escuchando, preguntando y opinando. Era un espacio abierto de pensamientos democráticos, libres y soñadores, pero con ese punto de “tranquilo, los pies en la tierra”. Voz pausada.  Mi percepción era que le gustaba soñar, pero dejando un ojo abierto, como una duermevela constante.

Allí, encaucé mi vocación periodística, impulsándome a emprender camino en busca de mi destino. Lo cierto  es que,  ávidos lectores, ese blog me llevó a un artículo de opinión escrito por este que os borronea en el extinto Barbate Información y que, aunque no recuerdo la fecha, sí lo tengo guardado en mi baúl virtual. Bendita tecnología. “Enterrando la historia” se titulaba. Escribía sobre el por qué de los pocos vestigios históricos que conservamos los barbateños a la vista, para acabar preguntándole al propio Luis, si pensaba que sus obras iban a durar mucho en el pueblo.

Era un espacio abierto de pensamientos democráticos, libres y soñadores, pero con ese punto de “tranquilo, los pies en la tierra”.

Sólo sus compañeros se acordaron de él, siendo como fue, influencia para muchos, hoy, artistas e impulsor de conciencias sociales en la localidad en un tiempo convulso. La Casa de la Juventud también le reserva una sala con su nombre.

Con lágrimas, sólo me queda esperar que este salto en el tiempo le revuelva la conciencia a alguien para que de una vez se recuperen sus obras perdidas (cartel contra las maniobras militares, monumento por la paz, etc.) y conservación de las que ya existen (Rompeolas por la Paz -que gracias a la labor de voluntarios comprometidos se mantiene vivo- y Viento de la Paz) y se le dé en el pueblo el reconocimiento que le faltó en vida por pensar como pensaba y por sentir como sentía.   

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