Incongruencias

Paseando por las marismas me olvidé por unas horas de la indignación e incongruencia que reinaban en vocablos que bailaban en las conversaciones antes de llegar. Conversaciones que escuchaban los pinos que estaban a nuestra vera… asentían con sus ramas y gritaban a voces la impotencia que viven cuando observan desde sus copas lo que abandonan a su paso.

A veces cuesta llegar a comprender como un caramelo tan dulce, tan lleno de historia, de naturaleza, de patrimonio, de verdad, de belleza, de costumbres, de sabores, de olores, de espíritu, de redes o de piñones, de sapiencia… parezca que esté envuelto en un papel tan descolorido.

Antes de llegar, no pude contener mi rabia y expulsé a los cuatro vientos la incongruencia que respiraba. Todo era incongruente. Basura por doquier, escombros recién llegados de la mano seguramente de su vecino, botellas rotas que brindaron en su día, ladrillos que estorban, telas y harapos resguardados del frío, más escombros, más botellas, más plásticos… más basura, todo era basura…y a pocos metros, tras cruzar este estercolero que cubre la mayoría de las entradas a las marismas del Barbate, respiré… rodeada de belleza. Cogí aire de nuevo y me olvidé por unas largas horas de la indignación e incongruencia que se asienta en muchos rincones de este bello lugar llamado Barbate, pero parece que está o quiere estar cubierto por un papel… tan descolorido.