Querido lector, ¿se imagina que una mañana se levanta y no exista información? Imagine que cuando encienda la televisión mientras desayuna, los canales no tienen señal; imagine que al entrar en Internet los blogs y diarios digitales no están actualizados; imagine que en la calle los kioscos de prensa están cerrados; imagine que cuando se dirija al trabajo en coche, la radio no emita ninguna cadena ¿sería un día normal?
Querido periodista, ¿se imagina que una mañana se levanta y no tenga que informar? Imagine que no tenga que obedecer órdenes “de los de arriba”; imagine que no llamará a gabinetes de prensa para que le envíen un informe de hace tres años o que ni siquiera le contesten; imagine que no deberá costearse un viaje para que luego no le paguen; imagine que no aguantará una rueda de prensa sin preguntas ¿sería un día normal?
Lectores, espectadores, oyentes, periodistas ¿se imaginan un día sin información? ¿sería un día normal? Es un derecho. Exacto, la información es un derecho fundamental, por lo que se expone en este texto es imposible. Pero ese derecho debería ser a una información digna, creada por periodistas, y estimulados por un trabajo digno (que hay que recordar que es otro derecho). Seguramente no os parecerá un día normal una jornada sin información, pero sí les parece normal un día con una información desgastada, manipulada y lejos de la veracidad que obliga la constitución. Y eso es lo que no debería ser lo normal.
La información es más que un acompañamiento a un desayuno, es más que un trabajo y más que un diario en papel expuesto en un quiosco. La información es un derecho para el ciudadano, pero es imposible poder ofrecer ese derecho sin que los informadores tengan un trabajo digno. Imagine un día sin información o sin informar. Y es que sería necesario para entender y valorar más a la información y a la profesión del periodista en la sociedad. Ese día ¿sería un día normal?