00:03 h. viernes, 03 de mayo de 2024

Una profesión para valientes y una afición para pacientes

Raúl Malia | 06 de agosto de 2013

Decir Barbate desde cualquier rincón del mundo es hablar de la mar (no estoy descubriendo nada nuevo), y hablar de la mar es sinónimo de una tradición milenaria que a día de hoy forma parte de la vida de cada uno de sus paisanos, ya sea como profesión o como afición, directa o indirectamente, y de la cual me siento muy orgulloso de tenerla presente para pasar mis ratos libres.

Decir Barbate desde cualquier rincón del mundo es hablar de la mar (no estoy descubriendo nada nuevo), y hablar de la mar es sinónimo de una tradición milenaria que a día de hoy forma parte de la vida de cada uno de sus paisanos, ya sea como profesión o como afición, directa o indirectamente, y de la cual me siento muy orgulloso de tenerla presente para pasar mis ratos libres. Ya habrán deducido que les hablo de la PESCA. Llámenlo arte, forma de vida, desconexión, aventura, necesidad o tradición, se mire por donde se mire la pesca nos brinda la oportunidad de aprender técnicas para sustraer del mar su riqueza, nos regala amaneceres de ensueño y nos ofrece noches claras de luna llena (también conocida como la Luna de los Sargos).

Bien es cierto que no se puede equiparar la pesca rutinaria y de la que dependen cientos de estómagos hambrientos con la que se realiza para desconectar, pero sé por la gente que conozco que se dedica a la marinería que quién se echa a la mar es porque sienten el impulso de adentrarse en esa homogeneidad azul cristalina, que a veces o casi siempre les resulta imposible poder atisbar algo de tierra, a bordo de un cascarón de madera que cruje con cada ola que se desliza por su quilla, sin temor a que por desgracia un golpe de mar se los lleve a lo más profundo de esa inmensidad salina, pero con el consuelo de que la Reina de los Mares les ampara en su travesía.

En cuanto a la pesca como hobby, suelo oír de los amigos que para pescar hay que tener paciencia y llevan razón, es cierto que una persona ansiosa es incapaz de llevarse todo el día o toda una noche empatando anzuelos, preparando la carnada, lanzando y recogiendo las cañas y esperando esa picada en la que se enganche un buen bicho (como se suele decir). Ahora bien, si se va con unas litronas para charlar, jugar a las cartas o pegarse unos canturreos, la impaciencia pasa a un segundo plano, porque soy yo el que se tiene que comer lo que viene siendo el “trajín”. Pero muy a gusto que lo hago.

Cada vez que voy a pescar, sobre todo en las noches de verano y en la playa, es increíble cuando te tumbas en la arena y contemplas el Universo como nunca lo has visto, estrellas que no sabías que estaban ahí, algunas que se iluminan con tanta fuerza que me atrevería a decir que son planetas, y si nunca has visto una estrella fugaz, ni te imaginas las que se pueden ver sin necesidad de esperar las Lágrimas de San Lorenzo allá por el mes de agosto.

Por tanto, queda claro que la pesca es una profesión para valientes y una afición para pacientes, cada cual la realiza con objetivos distintos aunque con dos cosas en común: la sensación de bienestar que produce el avistamiento de paisajes sorprendentes y el placer de volver a casa con una buena captura.

Otras opiniones
Autores de opinión
Facebook